
Cuando el miedo triunfa y cuando casi nadie se anima a patear al arco, es imposible hacer un gol. Por eso Talleres y Belgrano terminaron con el sexto empate consecutivo. Hasta parece increíble que Girotti haya errado una situación de gol a los 95 minutos de juego, cuando lo tenía para ganar, pero pateó al cuerpo de Licha López y éste la tocó al córner. Increíble pero cierto.
Girotti se fue enojado con él mismo y con algún compañero. Desde que le hizo un gol a River y les pidió perdón a los Millonarios, viene sufriendo esta sequía.
El empate está bien porque los dos defraudaron al público. Belgrano tiene una sonrisa porque sigue prendido en el torneo y pelea la Copa Argentina. Pero el fútbol cordobés anda con el pie izquierdo y no sale de la malaria.
Los dos conocían que debían ganar por sus necesidades en las tablas, pero ninguno se acordó de patear al arco para ganar.
Fue parejo el primer tiempo, aunque ninguno de los dos supo cómo perforar a la defensa rival. Talleres estuvo empujado por casi 60 mil hinchas y nunca se animo a manejas los hilos del partido, pese al esfuerzo del brasileño Rick. Un remate de Depietri se fue afuera y un zurdazo de Jara fue manoteado por Herrera al córner. Poco y nada por todo lo que había en juego.
Tal vez los jugadores no se dieron cuenta de lo que se jugaban. Hasta llamó la atención la poca participación en el juego del Chino Zelarayán. Siempre se destacaron los defensores de los dos equipos en los anticipos o en los cierres para tapar posibles llegadas. Por eso el partido fue pobre.
Los clásicos entre Talleres y Belgrano solían ser a cara de perro, salvo aquel cero a cero que les convenía a los dos porque se salvaron del descenso y se fue Platense. El recordado Daniel Willington paralizó a la ciudad con un golazo desde 30 metros en la cancha de Belgrano. El ex Vélez contó que se la pidió a Cacho Taborda, metió el derechazo seco y se dio vuelta cuando los hinchas gritaron el gol. Tocalli reconoció que no vio la pelota. Y con ese golazo el equipo de Angel Labruna llegó al Nacional 74.
Esta vez el jugado en el Kempes fue un partido mediocre, porque los miedos sobresalieron. Es verdad que Zelarayán apareció en las segunda etapa, pero no tuvo socios en Fernández ni en Jara. Entonces se hace difícil convertir un gol. Y a Talleres no le salió ni el malogrado tiro del final.
Así es muy difícil que el clásico cordobés pueda ser elogiado por propios y extraños. Sobre todo porque patear al arco es la única forma de ganar un partido.

