jueves, abril 25

la trampa soviética de Vladimir Putin


La guerra confusa  en su parto y desarrollo que el régimen ruso ha lanzado sobre Ucrania suma nuevas confusiones a partir de un minué de negociaciones de paz en las cuales el Kremlin va y viene con promesas que la actividad militar desmiente en cuestión de horas.

Es posible que haya cuotas de perversión en esas actitudes por el desprecio personal que Vladimir Putin mantiene sobre Ucrania por la rebelión popular que en 2014 expulsó del poder a su esbirro Viktor Yanukovich. Un episodio que cierta alcahuetería exagerada prorrusa llama ligeramente golpe blando de EE.UU. 

Pero lejos de la tendencia muy extendida y ociosa de analizar esta guerra desde la psicología de los personajes, lo cierto es que este zigzagueo reflejaría por lo menos una colisión de tendencias en la cúpula del poder de Moscú. Posiblemente una consecuencia premeditada pero que da aires a EE.UU. y sus aliados para alimentar versiones de conspiraciones en el corazón del Kremlin.

La secuencia de los hechos es elocuente. A mitad de esta semana, un reaparecido canciller Serguéi Lavrov pavimentaba el camino a los anuncios de distensión revelando como «significativos» los avances en el dialogo con Ucrania debido a que, dijo, “Occidente había reconocido sus errores”.

En la negociación de Estambul del martes último, fue Rusia la que anunció que en aras de esos avances el régimen limitaba sus operaciones militares en Kiev y otra ciudad del norte del país. Según puntualizó The New York Times, se llegó a mencionar la posibilidad concreta de una reunión entre Putin y el presidente ucraniano Volodimir Zelenski.

En San Petersburgo, la imagen de Vladimir Putin. Foto EFE:

En San Petersburgo, la imagen de Vladimir Putin. Foto EFE:

Con cautela, el asediado líder de Kiev también había celebrado las novedades en el diálogo. Pero apenas un día después el vocero del Kremlin, Dmitry Peskov, aclaraba que en Turquía “no se produjo nada prometedor en las negociaciones”.

Mientras, la artillería rusa intensificaba el machaqueo sobre todos los frentes. Lo mismo que ya había sucedido con el anuncio fallido de que la guerra se concentraría en el este del país.

Las tácticas

La incógnita es si estos movimientos revelan miradas en colisión o son parte de una estrategia. Diplomáticos del Cáucaso que conocen los laberintos de Putin, explican que el líder ruso suele alentar dos o más vías en simultaneo. “Así ha sido siempre, no suele optar por un único camino, deja que cada uno haga lo suyo por eso un resultado se contradice con el otro”, le dice uno de esos embajadores a este cronista.

Ese sistema de decisión se va afinando según las circunstancias, si conviene una cosa o la otra. Pero lo esencial del procedimiento es su carácter divisivo y su capacidad para licuar cualquier disenso u objeción. Son sombras de la Unión Soviética.

El diplomático George Kennan, quien en 1946 era el adjunto de la embajada de EE.UU. en Moscú, había observado en su famoso telegrama que una gran debilidad en el vértice del poder de la potencia comunista era la extrema centralización de la decisión en manos de Stalin.

Explicaba que cuanto más cerrada era esa estructura menor era su capacidad para  la autocrítica y la detección de errores. Ese trabajo, que se convertiría en la doctrina de EE.UU. hacia Rusia en la Guerra Fría, sugería que aquellas debilidades acabarían por ser determinantes en el destino de la URSS. No se equivocó.

Esa misma centralización desmesurada puede explicar hoy las perturbaciones rusas en esta aventura. Moscú no logró en cinco semanas un avance definido en el campo militar y soporta un alto número de bajas y perdidas de equipos.

No solo imita el sistema vetusto de decisión del dictador soviético, también sus formas de combate, con los blindados en hilera y expuestos como si no existieran misiles manuales modernos o drones acribillando a sus hombres desde el aire.

Hay otro daño que amenaza el futuro de la Federación. «En todo menos en sus productos más vitales, Occidente desacopló a la séptima economía más grande del mundo de la globalización del siglo XXI», explica el historiador de la Universidad de Cornell, Nicholas Mulder, en Foreign Affairs.

“La guerra ruso ucraniana no es solo el mayor evento geopolítico de esta etapa, también un punto de inflexión geoeconómico”, añade.

Este panorama podría obligar efectivamente a un acuerdo de paz por puro realismo o a un reagrupamiento que refuerce la ofensiva rusa de modo que las condiciones futuras justifiquen los gigantescos costos tomados. “Rusia reacomoda sus objetivos a la realidad, porque la guerra es bastante empírica”, analiza sobre la segunda alternativa  Lawrence Feedman, un especialista del King’s College de Londres.

Lo nuevo

No habría desesperación en esto, sino la frialdad de revisar el frente militar para encajar las posibilidades. Así ocurrió en Chechenia hace tres décadas cuando la milicia rusa recibió un duro castigo en la invasión a Grozny con celebraciones de la población exhibiendo los equipos militares del enemigo destruidos.

La periodista Carlotta Gall, quien cubrió ese conflicto para The New York Times, recuerda en un extenso y muy didáctico artículo de ese diario, A Brutal Russian Playbook Reapplied in Ukraine, que Rusia primero anduvo mal, se tomó un respiro, revisó sus alternativas, dejó a un lado la infantería y finalmente destruyó la ciudad con artillería.

Muy similar todo. Pero el diferencial significativo es que aquella fue una guerra sin cámaras, sin la mirada atenta de Occidente, sin los intereses que están ahora sobre la mesa que han determinado al Pentágono a calificar nuevamente días atras, a Rusia de “amenaza aguda” y a China de “rival persistente”. Hace 30 años el mundo era otro mundo.

Cicerón recomendaba que una paz injusta es mejor que una guerra justa. De ahí que Zelenski, persuadido de que el tiempo no necesariamente le jugará a favor por la condición asimétrica de este conflicto, intenta forzar una negociación que sea más atractiva para el enemigo que el dispositivo guerrero.

Lo hace con el costo, como se ha visto en Estambul, de la aceptación de las demandas rusas sobre Crimea y las provincias del este del país. A ese conjunto se sumaría en breve la ciudad de Mariúpol, que Moscú ha reducido a escombros.

REFUGIADOS-UCRANIA

Con ese punto bajo control, Rusia uniría territorialmente el rico valle minero y gasífero del Donbás arrebatado ahora a Ucrania, con la península de Crimea, frente al Mar Negro (con un lecho pletórico de riquezas minerales), y desde donde proyecta el poderío naval ruso al Mediterráneo.

El problema es que mover fronteras y conquistar territorios es un procedimiento  que, como decía Kissinger a mitad de la década pasada, “condenará a Moscú a repetir su historia de ciclos autocumplidos de presiones recíprocas con Europa y Estados Unidos”.

El dialogo y el entusiasmo de sus negociadores, es también una treta de Moscú para abrir una brecha entre Europa y Norteamérica. Esos dos espacios tienen objetivos divergentes. EE.UU. busca el derrumbe del Kremlin para consolidar su hegemonía que el avance asiático ha puesto en duda. El bloque europeo, en cambio, se las ha arreglado para coexistir con chinos y rusos y no pretende que eso cambie.

La energía explica en gran medida la brújula política de la UE. “No hemos construido infraestructura hacia el oeste en estos treinta años”, reconocen los industriales alemanes que alertan sobre el riesgo de cortar el suministro del gas que envía Rusia sin contar con alternativas sólidas. 

Europa le compra anualmente a Moscú 155.000 millones de metros cúbicos de gas. Con la guerra, en sus picos, y la furia occidental contra el agresor ruso, es decir todas las condiciones políticas para una ruptura, los europeos deben aplicar los frenos atento a que podrían lograr un piso de 30 mil millones de metros cúbicos alternativos, quizá poco más de 20% de sus necesidades.

Esos son, sin embargo, activos relativos para Rusia. Esta guerra ha acelerado la urgencia occidental por romper la dependencia energética, eso no se va a detener. Del mismo que la pandemia convenció sobre los límites de la globalización. Es un mundo que esta cambiando aunque lo haga retrocediendo.
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