viernes, marzo 29

El nuevo libro de Gabo es una exposición



Cuando el mundo se desplazó a Cartagena de Indias, en 2007, para ver cómo Bill Clinton, el presidente de los Estados Unidos, abrazaba a su amigo Gabriel García Márquez, se morían de pena en Aracataca, en la casa de paredes tristes donde nació el Nobel, algunos afiches que simulaban ser parte de un museo inacabado en honor del hombre que inventó Cien años de soledad, ahora quizá el libro más famoso del mundo.

Aquel museíllo estaba guardado por una chica de aspecto de alfiler con punta negra que se obligaba a sí misma a cuidar de que estuvieran en su sitio las chinchetas. Cerca de ese lugar que era mítico y descuidado estaba la sombra de la cuna en la que vivió sus primeros meses el hijo más ilustre de ese sitio, de Colombia y quizá del mundo, pues la novela en la que inmortalizó esa localidad remota había ya dado la vuelta a la tierra en traducciones que jamás en su vida iba a descifrar, ni de lejos, su renombrado autor.

En aquella ceremonia de entronización de Gabo, en Cartagena, estaban todos los académicos de la Real Academia Española, con sitio o asociados, y ya empezaba a flaquear la memoria del más memorioso autor del siglo XX, de modo que era posible que él supiera que aquel era Clinton, al que una vez, en compañía de Carlos Fuentes y de William Styron, le fue a entregar un mensaje personal de Fidel Castro, su anfitrión y su amigo cubano.

En aquella atmósfera que fue el preludio de la naturaleza de la enfermedad que acabó con sus recuerdos fue cuando decidí ir a Aracataca para ver, entre otras cosas, el contraste entre aquellos fastos y la resuelta pobreza en la que andaban los recuerdos más lejanos, y reales, del hombre que le dio cuerpo y alma a aquella obra maestra que es El coronel no tiene quien le escriba.

Ahí me encontré sucesivamente con dos amigos de su infancia, Nelson Noches, que fue alcalde de Aracataca, y su hermana Soledad Noches, que vagaba sin rumbo sobre la tierra que era ya la casa natal de Gabo. Ella miraba a lo lejos, como si fuera parte de los grandes árboles, y él se balanceaba en una silla como las de Kennedy. ¿Desde cuándo no ve a su amigo Gabo? Miró hacia adelante, como su hermana, y me dijo: “Anoche estuvo aquí, jugando al ajedrez”.

El lugar estaba rodeado de los símbolos que Gabo convirtió en literatura (los grandes árboles, las piedras milenarias, la fábrica del hielo), pero los afiches que guardaba aquella chica estaban pegados a la pared pobre como con alfileres. Ahora quizá esos y otros recuerdos que conforman la vida general del colombiano, latinoamericano o, en general hispano, de fama más duradera de los últimos siglos, están colgados, bien colgados, en el Museo de Arte Moderno de México (hasta el 2 de octubre de 2022), cerca de donde Gabo escribió Cien años de soledad.

La impresionante muestra ha sido preparada por el profesor de Harvard Álvaro Santana-Acuña, autor de una impresionante suma (Ascent to Glory), editada por la misma universidad en la que trabaja, y que constituye quizá la suma más acabada sobre cómo se escribió, de la primera a la última letra, la obra que disputa la fama del Quijote.

Sobre esta impresionante muestra hablé por mail con Santana-Acuña, que además es paisano mío, de Tenerife, en las islas Canarias.

-¿Qué has tenido más en cuenta a la hora de montar esta exposición?

-El objetivo de esta exposición es mostrar cómo García Márquez, nacido en un remoto pueblo del Caribe colombiano, se convirtió en un escritor global. Hoy, es el novelista más leído y traducido en español en el mundo. La exposición es la primera vez que se muestra su archivo en América Latina y además en el país donde escribió varias de sus obras más importantes como Cien años de soledad. En México, García Márquez, sin olvidarse de Colombia, echó raíces familiares y de amistad.

-¿Cómo ha sido la labor de rastreo de todo lo que hay en la muestra?

-En 2017, fui becario-investigador del Harry Ransom Center, donde se conserva el archivo de Gabo, para hacer la investigación para mi libro Ascent to Glory. Estuve trabajando en su archivo durante un mes a tiempo completo. Consulté los manuscritos de sus obras, las cartas personales, las fotos, los álbumes de recorte, leí las novelas que no se han publicado… Meses después, el Ransom Center me preguntó si quería ser el comisario de una exposición basada en el archivo de García Márquez. Acepté porque además era una oportunidad increíble de trabajar con los archivos de otros escritores que influyeron a García Márquez. El resultado es que en la exposición se muestran por primera vez en América Latina manuscritos de grandes obras como “Mientras agonizo” de William Faulkner, “Kew Gardens” de Virginia Woolf… manuscritos de obras que nunca se escribieron como “Los Rivero”, la que pudo ser la primera novela de Jorge Luis Borges. También hay una selección de obras de Joyce, Kafka y Hemingway. Para mí fue un verdadero regalo y honor seleccionar estos materiales y poderlos mostrar al público, junto con los objetos del archivo de García Márquez. De ahí la oportunidad irrepetible que supone visitar esta exposición.

-¿Qué te sigue pareciendo lo más extraordinario de su obra?

-Lo que me sigue pareciendo más extraordinario de García Márquez es la capacidad de sus libros de llegar a todo tipo de lectores y públicos. Esto lo pude comprobar de nuevo el día de la inauguración. Se presentaron a verla embajadores, políticos, lectores anónimos, lectores curiosos, fans, personas que jamás han leído a García Márquez… gentes de todas las edades, grupos sociales, colores de piel, culturas, idiomas y países. Algunas de ellas me contaron su fascinación por este o aquel libro de García Márquez. Lo variado del público el día de la inauguración fue una prueba de que García Márquez es un escritor global.

-¿Y de su personalidad?

-De su personalidad me sigue llamando la atención su determinación. García Márquez hizo frente a numerosas dificultades personales, familiares, profesionales y económicas para poder convertirse en un escritor y publicar Cien años de soledad. Años más tarde, cuando cualquier cosa que escribiera tenía el éxito asegurado, García Márquez siguió siendo un autor dedicado obsesivamente a escribir una prosa que llegase al mayor número de lectores. Por ejemplo, sobre un muro, mostramos 18 de las versiones que se conservan de su última novela, Memoria de mis putas tristes, que escribía alrededor de 2003, cuando era una leyenda viva de la literatura. Sin embargo, como hizo en otras obras, García Márquez trabajó obsesivamente para escribir la mejor obra posible. Para mí, el llamado “genio” es en realidad un escritor profesional que trabajaba sin descanso para escribir una prosa perfecta con la que hipnotizar a los lectores.

-Tu libro está siendo traducido por ti mismo al español. ¿Habrá descubrimientos nuevos en esta versión?

-Mi libro Ascent to Glory es una biografía de Cien años de soledad, basada en muchos documentos nuevos y desconocidos. Para escribirla tardé 11 años y visité 8 países en 3 continentes. El libro lo publicó la Universidad de Columbia en 2020 y se ha traducido al árabe y quizás pronto al chino. Ahora mismo, estoy escribiendo una versión del libro en español, porque quiero ofrecer a los lectores una historia con aún más detalles novedosos y sorprendentes sobre la creación de esta gran obra literaria. De lo más importante de esta exposición es que por primera vez se reconstruye el “proceso creativo” de las obras de García Márquez. Es decir, se logra enseñar con un detalle nunca visto cómo escribía sus libros. Desde los manuscritos de las versiones iniciales, como los originales de Vivir para contarla llenos de faltas de ortografía y huecos en blanco con las ideas y palabras pendientes de completar, hasta las revisiones obsesivas de las pruebas de imprenta, como en El otoño del patriarca. E incluso, a veces, cuando el libro ya está publicado Gabo hizo cambios y los metía silenciosamente en la segunda edición, como ocurrió con El amor en los tiempos del cólera.w



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