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En 1916, en medio de un país en guerra por la Revolución Mexicana, surgió la idea de crear un museo dedicado al imperio de Maximiliano de Habsburgo, el cual buscaba exhibir objetos materiales de la pareja imperial.
Este ambicioso proyecto fue impulsado por Venustiano Carranza, Primer Jefe del Ejército Constitucionalista y, propiamente, encargado del Poder Ejecutivo (no fue presidente oficial hasta 1917). La propuesta buscaba juntar y exhibir los restos materiales dispersos de la época de Maximiliano de Habsburgo y su esposa, Carlota de Bélgica.
La visión de Venustiano Carranza era dar forma a un museo en el Alcázar del Castillo de Chapultepec, un lugar cargado de historia que fue la principal residencia de Maximiliano de Habsburgo mientras estuvo en el país y ostentaba el título de emperador de México.

Este proyecto buscó recuperar los objetos pertenecientes al Segundo Imperio Mexicano. Sin embargo, el asesinato de Venustiano Carranza en 1920 por los sublevados del Plan de Agua Prieta, interrumpió de forma abrupta los planes y dejó al museo como una idea inconclusa.
Bajo el mandato de Venustiano Carranza, se encomendó a Félix F. Palavicini, encargado del Despacho de la Secretaría de Instrucción Pública y Bellas Artes, la labor de acopiar materiales del imperio de Maximiliano de Habsburgo.
Este esfuerzo fue guiado por José Luis Blasio y Prieto, quien había servido como secretario particular de Maximiliano de Habsburgo y poseía un conocimiento íntimo del régimen (del cual escribió un libro).
En paralelo, Antonio Cortés Vázquez asumió la responsabilidad del proyecto museístico. Él era investigador del antiguo Museo Nacional, el cual estaba bajo la dirección de Luis Castillo Ledón.

La labor fue difícil debido a que numerosos objetos ligados al Segundo Imperio Mexicano se esparcieron al desmoronarse el gobierno de Maximiliano de Habsburgo. Efectos personales, como joyas, documentos y vestidos, solían terminar en manos de coleccionistas, saqueadores y anticuarios.
Algunos de estos objetos sobrevivieron al tiempo abandonados en edificios oficiales como el Palacio Nacional, lo que permitió que más tarde fueran rescatados y preservados, aunque de manera dispersa y no bajo un mismo techo como se había soñado originalmente.
Ejemplos del esfuerzo y fracaso del museo del Segundo Imperio Mexicano son los pianos de Maximiliano de Habsburgo y Carlota. Según un comunicado del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH), el instrumento Collard & Collard del emperador fue requisado tras una pugna legal a un particular que lo tenía en su residencia.
Mientras, el piano Herz Neven de Carlota fue también tema de largas batallas judiciales antes de ser reconocido como monumento. Finalmente, ambos instrumentos llegaron al Museo Nacional de Historia, donde actualmente son exhibidos.